domingo, 24 de febrero de 2013

BELLEZA



6—BELLEZA                                                                                           por Martín Soria


Fue al asignar un color a las vocales, cuando por primera vez, de modo consciente y aceptando las consecuencias, se desvió la palabra de su deber de significar. Fue quizá al asignar un sonido a los colores cuando asumí la inevitable dialéctica de la contradicción contenida en las artes plásticas. O, fue el buscar algo entre la nada, sin darme cuenta de la nada que ese algo contenía. Algo entonces, y ahora,  me conmueve por encima de todo, al asumir que las artes plásticas  están  perdiendo el sentido. ¿Cómo enseñar a pensar, a quienes piensan que no saben enseñar?¿Cómo romper con la limitación de las apariencias y abrir esa ventana a las realidades esenciales del pensamiento profundo? 

Hemos dejado atrás el pensamiento científico de la ilustración, y el raciocinio pragmático de la razón. El empirismo  se evaporó del arte y, de  a  poco, nos hemos olvidado del valor de lo verídico. Aquella frase de Leonardo “Ninguna humana investigación puede ser denominada ciencia, si antes no pasa por demostraciones matemáticas” ha quedado en el recuerdo paleolítico. El artista de hoy, ya no piensa en términos matemáticos,  su intelecto se olvidó del recuerdo, sólo conoce lo futuro y lo olvidado. Es decir…
Con tanto contenido, la única alternativa es conversar. Se conversa demasiado en las artes plásticas, se diseña y se ornamenta escandalosamente demasiado. ¿Será verdad lo que decía mi abuela? “Parece ser que el arte ya no comunica porque no tiene nada que comunicar.”

Tal vez no exista ya el patriotismo histérico que motivó a Jasper Johns a representar su “Flag” o, el criticismo abrupto del Guernica, pero aún existen bellezas naturales que inspiran, tanto o más que la política partidista. Ningún arte tiene el derecho a  exiliar a la belleza y quien lo hace, pierde su corona.
Belleza es el rito del creador, es la oración que comunica con la gracia complaciente. Sin belleza no hay apreciación. Pero ¿cómo asimilar la belleza comprendiendo su completa identidad? Para eso es preciso entender que la belleza es un valor, y valor es la cualidad contenida en el objeto, que satisface la necesidad, interés o  deseo del sujeto que lo aprecia. Por lo tanto, belleza es una cualidad que satisface. Si no satisface, al menos complace. La complacencia se experimenta sobre la afinidad entre apreciador y apreciado. La diversidad agrada en la unidad. Belleza es el equilibrio de las diferencias. Belleza es una ausencia que encuentra en su desarrollo los sentimientos que le dan forma. La forma de la belleza reside en el equilibrio de las diferencias. La experiencia de la belleza no tiene forma, pero si tiene sentido, es el sentido del arte. Arte es la actividad emocional de crear y de apreciar belleza, y el sentido de la apreciación lo ejerce la complacencia o como decíamos antes, la belleza.

¿Qué es entonces la belleza?. Es sin duda alguna una fuerza emocional, la fuerza emocional que el objeto devuelve al sujeto que la aprecia y para que se reciba, el apreciador debe darse con atención, al aprecio del equilibrio de las diferencias, lo que establece una relación de dar y recibir entre apreciador y obra o entre origen y consecuencia.

Hoy  parece ser común, el hacer y deshacer al mismo tiempo, el crear y destruir, apreciar y despreciar. Hacer  más de dos cosas al mismo tiempo es un exceso para cualquier inteligencia. Afirmamos y negamos entre palabras. Ofrecemos una versión sobre el origen de la creación y otra versión sobre la absoluta permanencia de la energía que ni se crea, ni se destruye. Aceptamos la evolución de las especies, y al mismo tiempo aceptamos al cromosoma como la porción del material genético cuya función es la de mantener, conservar, transmitir y expresar la información genética que contiene, lo que hace imposible el que una especie evolucione a otra especie, distinta al contenido genético portador. Hablamos de relatividad, connotándola de contradictoria, como si lo bello fuese a la vez feo, lo verdadero falso y lo bueno malo. Pero cuando se trata de exigir justicia, verdad o libertad, en ese caso deben ser absolutas, es decir deben ser siempre y para todos. Aun así no se entiende lo que es justicia, porque no se sabe en qué consiste la equidad. Tampoco se entiende la libertad. Queremos ser libres para optar por las alternativas que se nos antojen, pero aunque la opción es libre, la libertad no tiene más opción que por lo válido, entonces ¿qué es la libertad? Debemos evitar a quienes pretenden cuadrar el círculo.
Además es preciso reconocer a la verdad como una realidad evidente, que afirma con certeza, la franca exactitud de una autenticidad existente; verdad es una realidad indudable, completa y exacta. Verdad no es todo lo que me dicen, sino todo lo que creo. Pero si aceptas todo sin verificarlo,  acabarás  tan confundido que te será imposible reconocer la verdad. Este es el estado del creador y apreciador actual del arte. Ha aceptado demasiado, tanto de lo bueno, como también de lo malo y por lo mismo no puede discernir. Está atascado. Solo sabe, que no sabe nada.
El estado actual del creador y del apreciador es un estado de confusión, y en este estado es imposible comulgar con el valor. Valor que impera en la creación, independientemente de que el artista, conscientemente lo persiga o no, lo reconozca o no. El hecho está en que el arte sin valor no es arte, y el artista que no persigue valor, tampoco puede ser artista. La facultad de crear contenida en el artista, es esa cualidad de ser capaz, de poder hacer, pero además es el derecho a satisfacer la necesidad de hacer.

Martín Soria
Tel 22012755   www.martinsoria.cl    

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