REALIDAD
ESPIRITUAL
Es muy común el aceptar la espiritualidad del hombre,
independientemente de que se comprenda como consciencia o como energía, en
ambos casos el ser humano acepta la existencia de posibilidades que satisfacen
a la necesidad del ser humano. A estas posibilidades o a estas necesidades, se
les considera de una dimensión diferente a la tridimensionalidad física.
Tanto los teístas o ateos asumen una realidad conductual y una
realidad conducida. Y en ambos casos se acepta que una, la de las posibilidades,
no se puede demostrar con los recursos físicos y la otra, la objetiva, no
permite subjetividad alguna en su interpretación.
Esta dualidad interpretativa confunde a quienes pretenden la
demostración de un postulado o del otro por no incluirlos dentro de la
normativa natural de las especies que
exige del deber y del derecho en la unidad de la ley.
Disponemos de recursos matemáticos para demostrar la objetividad
de los pesos, las medidas y las densidades, pero las matemáticas no disponen de
recursos para demostrar los propósitos de la operación, ni la justificación en
la elección de alternativas. Por lo tanto, incluso el matemático se ve obligado
a reconocer un aspecto indemostrable con los recursos sensoriales. A este
aspecto se le puede simplemente justificar con la consciencia de la unidad. El
ser consciente de la unidad, de la concordia y del vínculo demuestra la
existencia del valor. El valor ni pesa, ni mide, el valor se establece y la
consciencia del establecerlo, lo certifica.
Nadie puede demostrar la experiencia vincular, la puede
intelectualizar (transformar en signos) y exponer estos signos de comunicación,
para ver si el otro asume un parecido paralelo a lo experimentado, pero no
puede recibir el vínculo al comunicarlo, puede eso sí, asimilar la
intelectualización en el comunicado e idearlo en función del contenido de sus
recursos experienciales. Podemos comparar el sentimiento de pena que nos
comunica el otro con la experiencia de pena que yo contengo en el almacén de mi
memoria, pero cuando el otro me dice que tiene pena, lo único que yo puedo
hacer es comparar su comunicado con la experiencia de pena paralela que en
algún momento tuve yo, y en ese reconocer mi pena, puedo empatizar con la
proposición del otro, pero en ningún modo puedo asumir su misma pena. Esta es
la razón del porqué todos respondemos de modos diversos frente a la transmisión
de sensaciones pasadas compartidas. De ahí que sea aceptado por la psicología
contemporánea el hecho de que las “emociones” no son como se dan, sino como se
reciben.
El caso es que todos, teístas o ateístas, religiosos o
científicos asumen la existencia de emociones en el ser humano.
La emoción es un tipo de ánimo, es movimiento. Nosotros decimos
que emoción es una capacidad sensible que nos permite, captar lo necesario y
retribuir con lo adecuado. Bajo esta premisa, se comprende a la emoción como
acción y reacción al mismo tiempo (dar y recibir). Y captamos sensaciones y
comunicamos sentimientos (intelectualización de la sensación). Las sensaciones son
respuestas irreductibles y las respuestas conductuales producidas por las
sensaciones son manejables. Pero el dominio de la conducta derivada de la
sensación es voluntario y esa voluntad libre, tampoco es demostrable con
nuestros recursos sensoriales. No se puede ni ver, ni tocar, ni medir, ni
pesar.
A estas realidades indemostrables con nuestros recursos
sensoriales se les denomina espíritu.
El espíritu se sobreentiende como fuerza no motora, sino
propositora. Haciendo deferencias entre la fuerza derivada de un empuje y la
fuerza derivada de una necesidad.
La necesidad es en virtud del beneficio, mientras que el empuje
es en virtud de otra posición. Posición y beneficio son dos de los tantos
atributos contenidos en la base de cuatro posiciones gestora de la actividad,
sea esta cualquiera que sea. Pero son justificadas con distintas pretensiones.
La necesidad se justifica en el cumplimiento de la razón que la declara
necesaria y eso es beneficio, (calidad) y el empuje se justifica en la potencia
de su intensidad (cantidad) Ambas, calidad y cantidad son necesarias en la
consecución del beneficio, pero una es trascendente, la calidad y otra es
intrascendente, la cantidad; una es variable, la cantidad y otra es invariable,
la calidad del beneficio. El beneficio se justifica y satisface, luego,
establece el cumplimiento de la necesidad, la justificación de la necesidad y
la satisfacción plena de la necesidad, ante lo pleno, lo justo y lo cumplido,
no existe variabilidad posible, mientras que ante la cantidad de empuje para
llegar al otro lado, puede darse la variable del más o menos. ¿A qué voy con
esto? Simplemente a demostrar que ambos postulados el de lo espiritual y el de
sensorial, son paralelos, pero con la diferencia de que uno es permanente y el
otro no.
Cuando definimos la vida, decimos que vida es el conjunto de
fuerzas que posibilita la realización de un propósito. Lo que nos indica que la
vida solo existe entre los márgenes de la necesidad y de su cumplimiento. Antes
o después no existe vida, porque no intervienen fuerzas, intervienen estados:
estado de necesidad y estado de beneficio. Ni la necesidad ni el beneficio
viven, pero tampoco mueren. Existen en su estado, de ser necesaria y de ser
beneficiosa. Eso es espíritu, un estado, el estado del valor, el estado de la
unidad. No se donde leí que se nos decía que el mundo espiritual es un
“ambiente de unidad” Ahora después de muchos años y de mucho investigar he
llegado a la misma conclusión. He llegado a reconocer que el espíritu es -un
estado- Y por eso se hace necesario el realizarse en la unidad vincular filio
paternal incondicional, en la unidad vincular fraterno conyugal y en la unidad
vincular paterno filial. Porque el logro de esos estados nos permite entrar en
comunión con la naturaleza de la norma natural y en ella podemos en consciencia
transformarnos en operativos. De no lograrlo, quedaremos solo en el proceso. No
se hasta cuando, eso aún no logro comprenderlo, pero si comprendo que el ser
espiritual que no se ha realizado está como bien dijo Jesús: “muerto”. Y ahora
entiendo el porqué dijo aquello de: “dejad que los muertos entierren a sus
muertos” Esta lapidaria frase, encierra un significado quizá más allá de lo que
yo pueda entender, porque el concepto “muerto” no se justifica en este caso como
perdida de vida, sino como carente de estado vincular.
En realidad la vida y la muerte, vistas a la luz de esta
comprensión, no son más que un proceso intermedio entre la necesidad y el
beneficio. Y si nos preguntamos en qué momento nacemos o en qué momento
vivimos, nos llevaremos la sorpresa de no poderlo precisar. Si asumimos que
vida es el conjunto de fuerzas que posibilitan la realización de un propósito,
nacemos en la necesidad de ser y morimos en el
incumplimiento de la necesidad de ser, pero si al perder la vida física,
lo hacemos luego de establecer el estado de unidad vincular máxima exigida por
la necesidad del ser persona, no morimos, seguimos en estado de beneficio. Nos
transformamos en valor, en unidad, en cumplimiento y en plenitud por haber
completado el proceso de realización de la necesidad de ser humanos. Hemos
hecho lo mismo que hace la energía, la energía ni se crea ni se destruye, se
transforma, y nosotros, nuestra necesidad de ser, se ha transformado en el
beneficio del ser. Por lo mismo seguimos en nuestro estado pero ahora con la
consciencia, con la constatación de ser. Y ese “ser realizado” únicamente lo
constata la conciencia del individuo que se ha transformado en núcleo gestor de
la especie, núcleo gestor auténtico, integro y cumplido. Luego, la constatación
del individuo es determinada por todos y cada uno de los miembros de que se
compone el núcleo gestor establecido (la Auténtica Familia
Verdadera o Autónoma).
La afirmación de la existencia de seres espirituales es
verdadera y falsa al mismo tiempo, dependiendo del significado que se le
adjudique. El significado que se ajusta a la realidad espiritual es justo y el
significado que no se ajusta a la razón espiritual es falso. Existen varios
credos paralelos que en sus términos contienen este tipo de doble
significación, como por ejemplo la evolución. Evolución se entiende en dos
significaciones, por un lado se acepta como desarrollo de un proceso y por otro
lado se acepta como salto de un potencial genético a otro superior y como se
sabe, ninguna capacidad puede contener más de lo que es capaz de contener. A la
luz de esta razón, (ley física) la evolución como contenido genético capaz de
realizar más funciones de las que contiene, o más funciones de las que es capaz
de contener, no sería posible. Lo mismo ocurre cuando decimos que la ausencia
de todo es la nada, e imaginamos la nada como ausencia de todo, pero no podemos
ni aceptar la ausencia de todo, porque todo implica al mismo tiempo la ausencia
y presencia; la ausencia es una porción del todo. O cuando afirmamos que Dios
es un misterio, pero es un misterio necesario y si es necesario no se puede
satisfacer en el misterio, se satisface en la realización del cumplimiento de
su necesidad y en ese cumplimiento deja ya de ser misterio para transformarse
en experiencia.
Otro y este quizá sea el más polémico es el de la deidad de
Jesús, que sabemos que en su cumplimiento sí lo es y en su insuficiencia no lo
es.
Como vemos existen variables innumerables sobre este doble
significado de una afirmación y por eso es necesario el determinar en qué
justicia se justifica la realidad espiritual y en qué justicia no.
La realidad espiritual es incuestionable desde el punto de vista
de aceptar el postulado de que toda causa es a su efecto así como el efecto es
a su causa. Si todo lo creado responde a una necesidad causal creadora, esa
necesidad causal creadora ha de contener el potencial de su realización, pero
además ha de contener en ese mismo potencial, la justificación que lo hace ser
necesario. Esa justificación se transforma en estado de bienestar al ser
lograda la proposición, y ese estado de satisfacción, justicia y cumplimiento
es la experiencia que permanece en el creador, pero, ni siquiera permanece en
la morfología fisiológica del creador, permanece en la consciencia del causal.
Y de esa consciencia se comunica con otra consciencia que lo pueda absorber,
reconocer y aceptar.
Estas conductas de
vincularse, concordar y aceptar, no son medibles, pesables, ni demostrables con
el aparato sensorial humano. Si no son percibidos con los sentidos, no se ven,
no se oyen, no se huelen, no gustan (de degustar), ni se tocan, por lo tanto,
no son materia, aunque podríamos discutir sobre si son o no son físicas.
Si determinamos el significado de lo físico como (griego φύσισ (phisis), realidad
o naturaleza), entonces la necesidad, al ser una realidad natural, sería
una realidad física, pero si tomamos el
significado de físico como, materia, como lo pesable, medible, contable en
cantidad, o lo percibido por los sentidos, entonces, no podríamos asignarle a
la naturaleza de la necesidad un significado como este de ser una realidad física.
Lo
cierto es que física o no física, la necesidad causal en una realidad. Pero,
vimos cómo podemos utilizar términos confusos, muy confusos, cuando no
conocemos los significados con precisión.
La
realidad espiritual es de algún modo diferente a la realidad física. Los
fundamentos de la realidad física se basan en la tridimensionalidad así como
los fundamentos de la realidad espiritual se basan también en la trinitariedad.
Físicamente
existen tres dimensiones, largo, ancho y alto, lo que en su proyección
construyen realidades en superficies planas, cóncavas y convexas y en sus
diferencias se construyen los tres estados de la materia sólido líquido y
gaseoso, siendo estos tres estados contenedores de las tres dimensiones largo,
ancho alto así como también contienen el potencial de acción, reposo y reacción
exigidos para el desarrollo de la chispa, el combustible y el oxigeno
necesarios en la combustión de la que se derivan los tres estados de la
naturaleza.
Este
contenido tridimensional existe en paralelo al contenido trinitario espiritual
fundamentado en la necesidad, interés y motivación por crear, que se generan en
las capacidades emocionales, intelectuales y motivacionales de la conciencia y
que mediante el dominio de la prudencia, fortaleza y templanza establecen la
realización de la concordia plena, derivada del cumplimiento del deber que en
función del establecimiento del valor nos da el derecho al beneficio de lo
creado.
Estas
dos composiciones trinitario-tridimensionales, son complementarias y no es la
una por sobre la otra o la otra contra la una. Pero son realidades
complementarias con individualidad e identidad propias.
Lo
físico se mueve, lo espiritual se establece.
Llegar
a estar satisfecho exige de funciones procesos y estructuras, pero el estado de
satisfacción no exige de movimiento alguno, se establece en la experiencia de
coincidencia entre la necesidad y su realización; en la concordia entre la
razón y su justificación y en el vínculo entre la necesidad y el beneficio del
acomodo.
Ser
ingeniero exige un título, para conseguirlo, el postulante necesita de movimiento, actividad, cambios,
alternativas, oportunidades, posibilidades, estudios, pruebas, etc etc, pero
cuando se titula el ingeniero adquiere el estado de “ser” Ingeniero. El logro
de ese estado no lo puedes mover, ni cambiar, ni necesitas de posibilidades
para ser ingeniero, ni estudios, ni pruebas para ser ingeniero, ya lo eres y
ese estado te califica como “ser” profesional.
Entre
el espíritu y lo físico ocurre exactamente lo mismo.
La
necesidad es una realidad anterior al proceso y a las estructuras de la
realización de la misma, pero la necesidad se hace imagen en la construcción,
ordenamiento y concordancia entre los elementos que le dan forma, para que la
realización de esa forma necesaria, satisfaga a la necesidad causal creadora y
en el beneficio de la realización se encuentran ambas, la necesidad y el
beneficio como estado interconectado, como consciencia, como testimonio del
valor y eso es espiritual.
La
realidad física es transitoria, es meramente circunstancial, es el proceso
necesario para la justificación de la realidad trascendental del beneficio y
por eso decimos que el sentido de la vida es ser feliz. Pero para ser feliz es
necesario estar cumplido en función de la razón que justifica la existencia de
la especie y condición humana, y en ese ser feliz es necesario satisfacer a la
capacidad emocional que espera vincularse con el auténtico biotipo de
paternazgo, y con el auténtico biotipo de fraternazgo, en la experiencia del
vínculo filio paternal incondicional maduro, en la experiencia del vinculo
fraterno conyugal incondicional maduro y en la experiencia del vínculo paterno
filial incondicional maduro.
Es
necesario satisfacer a la capacidad intelectual que exige del conocimiento de
la razón que justifica la existencia humana y es necesario satisfacer la
capacidad motivacional que nos exige del cumplimiento del deber de ser
auténticos seres humanos maduros en el establecimiento integro del verdadero
núcleo gestor de la especie.
Decimos
como antes vimos muchas cosas que intuimos, que nuestro celo protector custodio
nos indica como valido, pero que nuestro intelecto inmaduro no lo reconoce en
su totalidad y por eso no somos conscientes de ello. Llegar a un destino
previamente conocido es muy sencillo, solo tienes que enfocar tu dirección y
llegas rápido, pero llegar a un destino desconocido desorienta en cada instante
del recorrido. Por esa razón, es importantísimo el estudio y reflexión sobre
estos temas en los que en ocasiones, más que aportar con la defensa de nuestra
desorientación estamos colaborando en confundir al otro.
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