domingo, 24 de febrero de 2013

REALIDAD ESPIRITUAL


REALIDAD ESPIRITUAL
Es muy común el aceptar la espiritualidad del hombre, independientemente de que se comprenda como consciencia o como energía, en ambos casos el ser humano acepta la existencia de posibilidades que satisfacen a la necesidad del ser humano. A estas posibilidades o a estas necesidades, se les considera de una dimensión diferente a la tridimensionalidad física.
Tanto los teístas o ateos asumen una realidad conductual y una realidad conducida. Y en ambos casos se acepta que una, la de las posibilidades, no se puede demostrar con los recursos físicos y la otra, la objetiva, no permite subjetividad alguna en su interpretación.
Esta dualidad interpretativa confunde a quienes pretenden la demostración de un postulado o del otro por no incluirlos dentro de la normativa natural de las especies  que exige del deber y del derecho en la unidad de la ley.
Disponemos de recursos matemáticos para demostrar la objetividad de los pesos, las medidas y las densidades, pero las matemáticas no disponen de recursos para demostrar los propósitos de la operación, ni la justificación en la elección de alternativas. Por lo tanto, incluso el matemático se ve obligado a reconocer un aspecto indemostrable con los recursos sensoriales. A este aspecto se le puede simplemente justificar con la consciencia de la unidad. El ser consciente de la unidad, de la concordia y del vínculo demuestra la existencia del valor. El valor ni pesa, ni mide, el valor se establece y la consciencia del establecerlo, lo certifica.
Nadie puede demostrar la experiencia vincular, la puede intelectualizar (transformar en signos) y exponer estos signos de comunicación, para ver si el otro asume un parecido paralelo a lo experimentado, pero no puede recibir el vínculo al comunicarlo, puede eso sí, asimilar la intelectualización en el comunicado e idearlo en función del contenido de sus recursos experienciales. Podemos comparar el sentimiento de pena que nos comunica el otro con la experiencia de pena que yo contengo en el almacén de mi memoria, pero cuando el otro me dice que tiene pena, lo único que yo puedo hacer es comparar su comunicado con la experiencia de pena paralela que en algún momento tuve yo, y en ese reconocer mi pena, puedo empatizar con la proposición del otro, pero en ningún modo puedo asumir su misma pena. Esta es la razón del porqué todos respondemos de modos diversos frente a la transmisión de sensaciones pasadas compartidas. De ahí que sea aceptado por la psicología contemporánea el hecho de que las “emociones” no son como se dan, sino como se reciben.
El caso es que todos, teístas o ateístas, religiosos o científicos asumen la existencia de emociones en el ser humano.
La emoción es un tipo de ánimo, es movimiento. Nosotros decimos que emoción es una capacidad sensible que nos permite, captar lo necesario y retribuir con lo adecuado. Bajo esta premisa, se comprende a la emoción como acción y reacción al mismo tiempo (dar y recibir). Y captamos sensaciones y comunicamos sentimientos (intelectualización de la sensación). Las sensaciones son respuestas irreductibles y las respuestas conductuales producidas por las sensaciones son manejables. Pero el dominio de la conducta derivada de la sensación es voluntario y esa voluntad libre, tampoco es demostrable con nuestros recursos sensoriales. No se puede ni ver, ni tocar, ni medir, ni pesar.
A estas realidades indemostrables con nuestros recursos sensoriales se les denomina espíritu.
El espíritu se sobreentiende como fuerza no motora, sino propositora. Haciendo deferencias entre la fuerza derivada de un empuje y la fuerza derivada de una necesidad.
La necesidad es en virtud del beneficio, mientras que el empuje es en virtud de otra posición. Posición y beneficio son dos de los tantos atributos contenidos en la base de cuatro posiciones gestora de la actividad, sea esta cualquiera que sea. Pero son justificadas con distintas pretensiones. La necesidad se justifica en el cumplimiento de la razón que la declara necesaria y eso es beneficio, (calidad) y el empuje se justifica en la potencia de su intensidad (cantidad) Ambas, calidad y cantidad son necesarias en la consecución del beneficio, pero una es trascendente, la calidad y otra es intrascendente, la cantidad; una es variable, la cantidad y otra es invariable, la calidad del beneficio. El beneficio se justifica y satisface, luego, establece el cumplimiento de la necesidad, la justificación de la necesidad y la satisfacción plena de la necesidad, ante lo pleno, lo justo y lo cumplido, no existe variabilidad posible, mientras que ante la cantidad de empuje para llegar al otro lado, puede darse la variable del más o menos. ¿A qué voy con esto? Simplemente a demostrar que ambos postulados el de lo espiritual y el de sensorial, son paralelos, pero con la diferencia de que uno es permanente y el otro no.
Cuando definimos la vida, decimos que vida es el conjunto de fuerzas que posibilita la realización de un propósito. Lo que nos indica que la vida solo existe entre los márgenes de la necesidad y de su cumplimiento. Antes o después no existe vida, porque no intervienen fuerzas, intervienen estados: estado de necesidad y estado de beneficio. Ni la necesidad ni el beneficio viven, pero tampoco mueren. Existen en su estado, de ser necesaria y de ser beneficiosa. Eso es espíritu, un estado, el estado del valor, el estado de la unidad. No se donde leí que se nos decía que el mundo espiritual es un “ambiente de unidad” Ahora después de muchos años y de mucho investigar he llegado a la misma conclusión. He llegado a reconocer que el espíritu es -un estado- Y por eso se hace necesario el realizarse en la unidad vincular filio paternal incondicional, en la unidad vincular fraterno conyugal y en la unidad vincular paterno filial. Porque el logro de esos estados nos permite entrar en comunión con la naturaleza de la norma natural y en ella podemos en consciencia transformarnos en operativos. De no lograrlo, quedaremos solo en el proceso. No se hasta cuando, eso aún no logro comprenderlo, pero si comprendo que el ser espiritual que no se ha realizado está como bien dijo Jesús: “muerto”. Y ahora entiendo el porqué dijo aquello de: “dejad que los muertos entierren a sus muertos” Esta lapidaria frase, encierra un significado quizá más allá de lo que yo pueda entender, porque el concepto “muerto” no se justifica en este caso como perdida de vida, sino como carente de estado vincular.
En realidad la vida y la muerte, vistas a la luz de esta comprensión, no son más que un proceso intermedio entre la necesidad y el beneficio. Y si nos preguntamos en qué momento nacemos o en qué momento vivimos, nos llevaremos la sorpresa de no poderlo precisar. Si asumimos que vida es el conjunto de fuerzas que posibilitan la realización de un propósito, nacemos en la necesidad de ser y morimos en el  incumplimiento de la necesidad de ser, pero si al perder la vida física, lo hacemos luego de establecer el estado de unidad vincular máxima exigida por la necesidad del ser persona, no morimos, seguimos en estado de beneficio. Nos transformamos en valor, en unidad, en cumplimiento y en plenitud por haber completado el proceso de realización de la necesidad de ser humanos. Hemos hecho lo mismo que hace la energía, la energía ni se crea ni se destruye, se transforma, y nosotros, nuestra necesidad de ser, se ha transformado en el beneficio del ser. Por lo mismo seguimos en nuestro estado pero ahora con la consciencia, con la constatación de ser. Y ese “ser realizado” únicamente lo constata la conciencia del individuo que se ha transformado en núcleo gestor de la especie, núcleo gestor auténtico, integro y cumplido. Luego, la constatación del individuo es determinada por todos y cada uno de los miembros de que se compone el núcleo gestor establecido (la Auténtica Familia Verdadera o Autónoma).

La afirmación de la existencia de seres espirituales es verdadera y falsa al mismo tiempo, dependiendo del significado que se le adjudique. El significado que se ajusta a la realidad espiritual es justo y el significado que no se ajusta a la razón espiritual es falso. Existen varios credos paralelos que en sus términos contienen este tipo de doble significación, como por ejemplo la evolución. Evolución se entiende en dos significaciones, por un lado se acepta como desarrollo de un proceso y por otro lado se acepta como salto de un potencial genético a otro superior y como se sabe, ninguna capacidad puede contener más de lo que es capaz de contener. A la luz de esta razón, (ley física) la evolución como contenido genético capaz de realizar más funciones de las que contiene, o más funciones de las que es capaz de contener, no sería posible. Lo mismo ocurre cuando decimos que la ausencia de todo es la nada, e imaginamos la nada como ausencia de todo, pero no podemos ni aceptar la ausencia de todo, porque todo implica al mismo tiempo la ausencia y presencia; la ausencia es una porción del todo. O cuando afirmamos que Dios es un misterio, pero es un misterio necesario y si es necesario no se puede satisfacer en el misterio, se satisface en la realización del cumplimiento de su necesidad y en ese cumplimiento deja ya de ser misterio para transformarse en experiencia.
Otro y este quizá sea el más polémico es el de la deidad de Jesús, que sabemos que en su cumplimiento sí lo es y en su insuficiencia no lo es.
Como vemos existen variables innumerables sobre este doble significado de una afirmación y por eso es necesario el determinar en qué justicia se justifica la realidad espiritual y en qué justicia no.

La realidad espiritual es incuestionable desde el punto de vista de aceptar el postulado de que toda causa es a su efecto así como el efecto es a su causa. Si todo lo creado responde a una necesidad causal creadora, esa necesidad causal creadora ha de contener el potencial de su realización, pero además ha de contener en ese mismo potencial, la justificación que lo hace ser necesario. Esa justificación se transforma en estado de bienestar al ser lograda la proposición, y ese estado de satisfacción, justicia y cumplimiento es la experiencia que permanece en el creador, pero, ni siquiera permanece en la morfología fisiológica del creador, permanece en la consciencia del causal. Y de esa consciencia se comunica con otra consciencia que lo pueda absorber, reconocer y aceptar.
 Estas conductas de vincularse, concordar y aceptar, no son medibles, pesables, ni demostrables con el aparato sensorial humano. Si no son percibidos con los sentidos, no se ven, no se oyen, no se huelen, no gustan (de degustar), ni se tocan, por lo tanto, no son materia, aunque podríamos discutir sobre si son o no son físicas.
Si determinamos el significado de lo físico como (griego φύσισ (phisis), realidad o naturaleza), entonces la necesidad, al ser una realidad natural, sería una realidad  física, pero si tomamos el significado de físico como, materia, como lo pesable, medible, contable en cantidad, o lo percibido por los sentidos, entonces, no podríamos asignarle a la naturaleza de la necesidad un significado como este de ser una realidad  física.
Lo cierto es que física o no física, la necesidad causal en una realidad. Pero, vimos cómo podemos utilizar términos confusos, muy confusos, cuando no conocemos los significados con precisión.

La realidad espiritual es de algún modo diferente a la realidad física. Los fundamentos de la realidad física se basan en la tridimensionalidad así como los fundamentos de la realidad espiritual se basan también en la trinitariedad.

Físicamente existen tres dimensiones, largo, ancho y alto, lo que en su proyección construyen realidades en superficies planas, cóncavas y convexas y en sus diferencias se construyen los tres estados de la materia sólido líquido y gaseoso, siendo estos tres estados contenedores de las tres dimensiones largo, ancho alto así como también contienen el potencial de acción, reposo y reacción exigidos para el desarrollo de la chispa, el combustible y el oxigeno necesarios en la combustión de la que se derivan los tres estados de la naturaleza.

Este contenido tridimensional existe en paralelo al contenido trinitario espiritual fundamentado en la necesidad, interés y motivación por crear, que se generan en las capacidades emocionales, intelectuales y motivacionales de la conciencia y que mediante el dominio de la prudencia, fortaleza y templanza establecen la realización de la concordia plena, derivada del cumplimiento del deber que en función del establecimiento del valor nos da el derecho al beneficio de lo creado.

Estas dos composiciones trinitario-tridimensionales, son complementarias y no es la una por sobre la otra o la otra contra la una. Pero son realidades complementarias con individualidad e identidad propias.

Lo físico se mueve, lo espiritual se establece.

Llegar a estar satisfecho exige de funciones procesos y estructuras, pero el estado de satisfacción no exige de movimiento alguno, se establece en la experiencia de coincidencia entre la necesidad y su realización; en la concordia entre la razón y su justificación y en el vínculo entre la necesidad y el beneficio del acomodo.

Ser ingeniero exige un título, para conseguirlo, el postulante  necesita de movimiento, actividad, cambios, alternativas, oportunidades, posibilidades, estudios, pruebas, etc etc, pero cuando se titula el ingeniero adquiere el estado de “ser” Ingeniero. El logro de ese estado no lo puedes mover, ni cambiar, ni necesitas de posibilidades para ser ingeniero, ni estudios, ni pruebas para ser ingeniero, ya lo eres y ese estado te califica como “ser” profesional.

Entre el espíritu y lo físico ocurre exactamente lo mismo.
La necesidad es una realidad anterior al proceso y a las estructuras de la realización de la misma, pero la necesidad se hace imagen en la construcción, ordenamiento y concordancia entre los elementos que le dan forma, para que la realización de esa forma necesaria, satisfaga a la necesidad causal creadora y en el beneficio de la realización se encuentran ambas, la necesidad y el beneficio como estado interconectado, como consciencia, como testimonio del valor y eso es espiritual.

La realidad física es transitoria, es meramente circunstancial, es el proceso necesario para la justificación de la realidad trascendental del beneficio y por eso decimos que el sentido de la vida es ser feliz. Pero para ser feliz es necesario estar cumplido en función de la razón que justifica la existencia de la especie y condición humana, y en ese ser feliz es necesario satisfacer a la capacidad emocional que espera vincularse con el auténtico biotipo de paternazgo, y con el auténtico biotipo de fraternazgo, en la experiencia del vínculo filio paternal incondicional maduro, en la experiencia del vinculo fraterno conyugal incondicional maduro y en la experiencia del vínculo paterno filial incondicional maduro.
Es necesario satisfacer a la capacidad intelectual que exige del conocimiento de la razón que justifica la existencia humana y es necesario satisfacer la capacidad motivacional que nos exige del cumplimiento del deber de ser auténticos seres humanos maduros en el establecimiento integro del verdadero núcleo gestor de la especie.

Decimos como antes vimos muchas cosas que intuimos, que nuestro celo protector custodio nos indica como valido, pero que nuestro intelecto inmaduro no lo reconoce en su totalidad y por eso no somos conscientes de ello. Llegar a un destino previamente conocido es muy sencillo, solo tienes que enfocar tu dirección y llegas rápido, pero llegar a un destino desconocido desorienta en cada instante del recorrido. Por esa razón, es importantísimo el estudio y reflexión sobre estos temas en los que en ocasiones, más que aportar con la defensa de nuestra desorientación estamos colaborando en confundir al otro.

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