Virtud es el
servidor custodio de la unidad. Todo lo que nos sirve para conseguir el logro
de la unidad es virtud. Se dice que no hay virtud sin trabajo, debe ser porque
toda virtud sirve y ofrece su potencia
al servicio de la completación del acto. ¿Qué tiene que ver la virtud con el
arte? Todo. Precisamente es el arte, cuando se comprende como profesión, la
actividad que más virtudes manifiesta en su ejercicio.
Para conocer la
virtud hay que experimentarla. No basta con observarla en otro, esa virtud no
vale hasta que no se realiza en uno. No basta con entender intelectualmente a la
virtud, hay que establecerla. Virtud es todo servidor que opera en pro de la
consecución del logro que es siempre y para todos válido.
Arte es la
actividad emocional de crear y de apreciar belleza. Tanto del crear, como del
apreciar, se desprenden virtudes. El artista es por excelencia un
virtuoso del dominio.
En la consecución de cualquier logro
intervienen, la intención, el sujeto y el objeto, durante un proceso en tiempo
y satisfaciendo unas funciones específicas.
Para satisfacer estas funciones, se precisa
de unidad con la intención y unidad con el objeto a realizar, durante el
proceso completo de su desarrollo. El objeto considerado válido es aquel que
satisface al sujeto, para eso ha de estar completo, ser cumplido, o reconocerlo en el estado en
el que esté, como suficiente y concordante con la necesidad del sujeto.
Al hablar de necesidad debemos entender las
diferencias entre deseo y necesidad. Necesidad es todo aquello a lo cual es
imposible sustraerse, faltar o resistir. La necesidad es el motor de toda
actividad humana. La necesidad engendra en el sujeto un deseo y por lo tanto
logra de él un esfuerzo, para procurarse del objeto aquella cualidad que la
satisface.
Esta ligazón indivisible entre necesidad y
valor, hay que madurarla para asimilar el proceso creativo, en su justa medida.
Para establecer la
unidad con la intención, se necesita de lealtad y de obediencia
completa a la intención. Pero debemos comprobar que la intención a realizar sea
válida, para eso existen las virtudes.
En el proceso
creativo intervienen tres virtudes primordiales que son: la prudencia o
servidor custodio de la opción válida; la fortaleza o servidor custodio del
proceso completo; la templanza o servidor custodio del producto de las
diferencias entre sujeto y objeto. Y por sobre todo está el dominio o capacidad
de ejercer a voluntad el servicio de las virtudes.
La prudencia nos permite,
no precipitarnos en la elección y optar por la alternativa válida. Pero para
saber si es, o no es válida, debemos discernir, analizando las prioridades para
escoger la optima e inmediata. El discernimiento es otra
virtud, así como la paciencia utilizada al discernir.
Una vez optada la
alternativa válida, se precisa de fe en la factibilidad de
su consecución, la posibilidad fáctica de la consecución, genera esperanza
en el logro; fe y esperanza son virtudes. La esperanza en el logro de la
intención, sea esta cualquiera, produce diligencia para conseguirla. Diligencia
proviene del latín “di ligio”, de unir.
La diligencia pretende unir a la intención con el logro,
mediante la unión entre sujeto y objeto. Diligencia es otra virtud. Ser
diligente no basta para completar el recorrido entero del proceso de desarrollo
de la intención, para eso es necesario de fortaleza, perseverancia
y laboriosidad, además de concentración y
determinación, todas estas son virtudes al servicio de la unidad
entre intención y consecuencia, entre causa y efecto, entre sujeto y objeto,
entre artista e imagen.
En el proceso, encontramos numerosas
diferencias con el objeto intencionado. Para superar estas diferencias, es
preciso de templanza. Templanza no es tolerancia. Tolerar
es permitir, mientras que ser templado, es ser flexible frente a las
diferencias, pero al mismo tiempo, incambiable en la
visión y en el cumplimiento del proceso para conseguirlo.
La templanza
repetida transforma a la persona en sufrida, sufrido es
distinto de sufriente. Sufriente es el que se queja porque sufre con las
diferencias, mientras que el sufrido es el que absorbe el sufrimiento de las
diferencias sin quejarse.
Al darse por el
beneficio del objeto intencional se hace uso de caridad, y
al entregarse al beneficio del propósito intencional se hace uso de piedad,
ambas son virtudes al servicio de la unidad.
La fortaleza
perseverante en el desarrollo de la consecución del logro, produce resistencia
a las dificultades, a las diferencias, a lo opuesto. La resistencia
o capacidad de asumir dificultades, también es una virtud.
¿En pro de qué
opera el servicio de las virtudes? En pro de la unidad con la intención que se
desee lograr y en pro de la unidad complementaria entre sujeto y objeto.
La completación del logro, complace, hace
sentir bien. Se entiende como válido aquello completamente satisfecho. Valor es
la cualidad que satisface. Satisface lo auténtico, lo confiable, lo completo.
Por lo tanto la virtud opera al servicio del valor. Cando la virtud sirve al
cumplimiento de lo que es siempre y para todo válido, encuentra en ese acto su
verdadera identidad, al ser reconocida la virtud como válida. Pero la práctica
de la virtud no basta para ser auténtico.
El querer no basta para completar. No basta
con querer a tu mujer, a tu mujer debes
realizarla. ¿De qué te sirve querer a tu marido o a tus hijos, si no los
realizas? ¿Para qué sirve el uso de la prudencia, de la fortaleza, o de la templanza, si no es en función de la
realización de lo que es siempre y para todo válido?
Para ser auténtico hay que ser autónomo. (auto
= “uno”, nomo = “ley”, uno con la ley). Todo lo creado opera en función de la
similitud con su Causa Originaria. La Causa Originaria
es Absoluta, por lo tanto es ley. Es ley porque es siempre y para todo válido
(Logos). Pero también es unidad de las dualidades causa efecto y sujeto objeto,
es decir, es unidad padre e hijo y hombre
y mujer, en otras palabras, es familia y por lo tanto, especie.
La creación
adquiere autonomía, en el cumplimiento de la unidad causa efecto y sujeto
objeto. Todos los seres creados, constituyen su estado de maduración, en el
momento en que establecen la unidad entre propósito y cumplimiento, mediante la
unidad entre macho y hembra en el caso de los animales; en el caso de las
plantas, se establecen como maduras, cuando se realiza la unidad, entre
propósito y su cumplimiento, mediante la unidad entre estambre y pistilo; y en
el caso de los minerales, se puede decir que se establecen, mediante la unidad
entre su propósito y su cumplimiento, por medio de la unidad, entre sus
caracteres de positividad y negatividad
(catión anión). Toda la creación expresa su maduración en la unidad
vertical -padre e hijo-, intención y consecuencia o propósito y su
cumplimiento, y como todos sabemos, para establecer esa unidad es
necesario, unir anteriormente las
diferencias masculinas, con las femeninas de la creación. A esta norma
inmanente en la creación se le conoce con el nombre de ley de similitud,
puesto que en la unidad vertical entre propósito y consecuencia, se establece
la similitud en la tradición con la causa originaria, pero además, se establece
la similitud entre las funciones masculinas y femeninas que establecen la
unidad. Similitud en este caso, depositada en la necesidad de crear especie.
Toda especie por lo tanto, es fruto y consecuencia de la ley de similitud.
Similitud que en la fusión completa califica al individuo como autónomo.
La virtud opera
como servidor custodio, como guardián del proceso funcional de los valores.
Valor es la cualidad contenida en el objeto, que satisface la necesidad del
sujeto. Necesidad es algo que debemos entender en la percepción y comprensión
del valor. La necesidad es una condición a la cual es imposible sustraerse, es
diferente del deseo en tanto que el deseo puede ser relegado, postergado o
suprimido. La necesidad no solo es ineludible, además está ligada indivisiblemente
con el valor. La necesidad obliga al encuentro con lo que es válido. ¿Qué es
válido para el ser humano? Todo aquello que le satisface en el aspecto moral,
ético o estético. Y ¿qué sería aquello que le garantiza que su satisfacción es
verdadera? La similitud con lo absoluto. ¿Cuáles son los valores Absolutos?
Aquellos que no tienen valor superior al ser siempre y para todos válido, por
ejemplo: No hay mayor placer que el estado de plenitud. Al sentirse pleno, no
se puede admitir nada superior. Ese estado de plenitud es un valor absoluto.
Todo lo creado espera su plenitud en la maduración completa.
No hay mayor razón
que sea más verdad que la Ley.
Lo que es ley (no lo que el hombre denomina como ley, sino lo
que “es” ley) es siempre y para todos válido y no tiene razón superior, por lo
tanto, es un valor absoluto. Y no Hay nivel de realización superior a lo
completo, a lo maduro, a lo perfecto. Por lo tanto, decimos que lo cumplido o
lo perfecto es un valor absoluto.
Plenitud, autonomía
y completación son los valores absolutos paradigmáticos de la conciencia humana
original.
El pecado original supuso la ignorancia de
estos valores y por lo mismo, la ausencia de su realización en la especie
humana. Tanto el artista como el hombre en general, ha de enfocar su dirección
creativa hacia el encuentro con los valores de plenitud, autonomía y
responsabilidad. Para hacerse similar a la Conciencia Absoluta
Originaria, que lo intencionó para ser auténtico, mediante el logro del
establecimiento de estos valores absolutos, en la familia humana.
El propósito
individual del artista ha de enfocarse en el desarrollo y completación de su
propósito colectivo. El hombre que beneficia a su especie, adquiere de este
ejercicio el reconocimiento de su autonomía. Creerse único, independiente y
desconectado de la realidad humana no fabrica más que ausencias. El arte ha de
cumplir con su propósito de dominar el equilibrio de las diferencias que
beneficien a su especie.
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