domingo, 24 de febrero de 2013

PROCESO DE MADURACIÓN DEL SER PERSONA


 proceso de maduración del ser persona.

Si partimos de la base de considerar a un hombre maduro, cuando es sano, diligente, seguro, justo y responsable, debemos además, reconocer cual es el proceso de maduración de estos valores, para educar a las generaciones posteriores en el cumplimiento de estos atributos.

Una persona se dice sana cuando todos y cada uno de sus órganos, cumplen de manera natural con sus funciones básicas.  Estar sano, en otras palabras, es disponer de las funciones naturales propias de la especie a la cual se pertenece.
La salud física del ser humano, viene en cierto aspecto contenida en su composición genética y basta con un ambiente natural adecuado, en el que la temperatura no exceda el margen de entre los 10 y 40 grados, con una iluminación sin radiaciones extremas y con aire limpio; ambiente este en el que se pueda realizar el ejercicio motriz necesario para cargar los músculos de energía y del que se puedan derivar los nutrientes alimenticios y jugos necesarios para la nutrición sana del cuerpo. Con disponer de estos elementos, el cuerpo humano pede mantenerse  sano en el desarrollo de su potencial genético.
Pero, no  decimos que una persona es madura por ser vieja,  por estar bien alimentada, ni siquiera por mostrar un físico tipo John Cena o, Candice Michelle,  se puede decir que se es maduro. Curiosamente el ser maduro no tiene nada que ver con el ser  o estar bien nutrido.

Se dice maduro a quien opera de manera responsable, a quien sentimos seguro y confiable y a quien sabemos diligente frente al solucionar las máximas necesidades del momento y lugar. Estas conductas, a pesar de ser por todos aceptadas como normales, no son por todos compartidas como norma y por no ser siempre aplicables, los humanos nos vemos expuestos a agresiones que derivan en conflictos.
Estas conductas, diligencia confiabilidad y responsabilidad, han de transformarse en doctrina del ser persona, pero por ser libre, cada persona despierta a la necesidad de realizarse en un determinado momento de su desarrollo, e incluso hay quienes nunca  sienten esa necesidad. Lo cierto es que no hemos logrado educar al ser humano en el verdadero sentido de lo auténticamente humano y consecuentemente hemos fabricado una sociedad tan fragmentada, que cualquier proposición, aunque sea la auténtica, pasa por ser evaluada como cualquiera de los fragmentos insuficientes que previamente hemos conocido.

El ser humano es quizá el único conocido entre las diversas especies naturales que debe ser educado, entendiendo por educar al  doctrinar en el criterio natural del ser especie natural. A ningún otro ser es necesario el enseñarle a ser un auténtico miembro de la especie a la cual pertenece, curiosamente al ser humano sí. Al ser humano es necesario enseñarle a ser humano, pero para eso es necesario que un humano descubra la verdadera, la autentica identidad del ser humano y la responsabilidad de ese descubrir recae sobre cada uno de los humanos, por lo tanto todos somos en potencia descubridores de la verdadera identidad del ser persona.

Existen personas más o menos sensibles al reconocimiento de la naturaleza humana original. Unos se aproximan y descubren aspectos que nos aproximan al ser auténticos, pero no basta con aproximarnos, es necesario descubrir con claridad cual es la verdadera naturaleza del ser humano maduro para compartirla con nuestros pares y establecer un ambiente típicamente humano, propiamente humano.

El ser humano ha de crecer en su desarrollo interno, ha de madurar su conciencia de dominio, ha de madurar el sentido de la razón en función  de la justicia y ha de madurar en las conductas voluntarias dirigidas al cumplimiento del deber. Ser libre, autónomo y responsable son estados que implican cierto desarrollo.

En primer lugar, podríamos entender que el ser humano que crece posicionando su conciencia como conductora o directora de sus instintos y enfocando sus funciones en el logro del descubrir las máximas necesidades, las razones constantes y el cumplimiento del deber, derivaría en un individuo de conductas intachables, siempre y cuando enfoque el cumplimiento de estas necesidades máximas en lo que es siempre y para todos valido, es decir, en hacer aquello que no perjudica nunca a nadie. Podría pensarse que esto es imposible, pero no es así. Es necesario reconocer cuales son los valores absolutos y enfocarse en su cumplimiento para poder reconocer que aquello que es siempre y para todos valido no perjudica ni confunde ni enajena nunca a nadie.

Voy a explicar sin extenderme mucho en el tema, a qué me refiero cuando afirmo la existencia de unos valores absolutos que son siempre y para todos validos.
El ser humano está dotado de capacidades emocionales, intelectuales y creativas. Emocionalmente estamos capacitados para percibir sensaciones gratas o ingratas, complacientes o displacientes. Curiosamente, las sensaciones de dolor, displicencia o desagrado, no nos atraen,  incluso peor, las rechazamos, lo que nos indica que nuestra capacidad emocional espera sentirse bien. De las sensaciones complacientes que se conocen, no existe ninguna superior al estado de plenitud. Por lo mismo, podemos afirmar que el sentirse pleno es insuperable y como es complaciente siempre y para todos los humanos, llegamos a la conclusión de que la plenitud es un valor emocional valido siempre y para todos, en otros términos, es un valor absoluto.

El intelecto humano razona verdades fragmentarias o universales, justas e incluso injustas en ocasiones. Es lógico creerse la verdad cuando no  se dispone de todos los argumentos, por ejemplo, en un momento en la historia se creyó que el sol era Dios, también se creyó que la tierra era plana y que los magos crean cosas de la nada, estas aparentes justificaciones son razonables hasta que se descubre lo contrario, por esto decimos que en ocasiones la razón puede no ser justa. La justa razón es aquella que es siempre y para todo valida. Todo es energía y siempre es energía, esta es una razón justa, hasta que se descubra lo contrario, pero existen razones personales y razones universales, existen fragmentos de la razón y razones constantes. Ninguna verdad es superior a la razón constante e inmanente y quien está en posesión de esa razón y la cumple voluntariamente se denomina autónomo (auto - uno mismo; nomo – ley ) Ser uno con la ley es ser justo y por lo tanto, podemos afirmar que la justicia es una verdad insuperable, porque es una razón constante e inmanente, la justa razón.
De este modo entendemos que la plenitud y la razón constante e inmanente son valores absolutos; pero también somos creativos, disponemos de voluntad y libertad. Libertad se entiende como la capacidad de optar por lo que es siempre y para todos valido y esta conducta nos transforma en responsables y el ser responsables nos libera de ser acusados, desmentidos o descalificados.
A la voluntad humana no le motivan las insuficiencias, ni los incumplimientos, basta pensar en cómo nos sentimos frente a la imagen del delantero de nuestra selección cuando pierde el penal frente al portero del equipo contrario. La voluntad del ser humano se deprime frente a los fracasos o frustraciones, lo que nos indica que el ser humano espera que sus deseos, sus aspiraciones, o sus expectativas se cumplan por completo.
Ninguna realización puede superar el cumplimiento completo del deber. No existe perfección superior a lo cumplido, por lo mismo, decimos que el cumplimiento máximo del deber es siempre y para todos lo máximo a lograr y por lo tanto es absoluto.
Ahora que reconocemos la existencia de los valores absolutos, plenitud, justicia y cumplimiento, podemos comprender a  qué me refería cuando hablaba de fijar la conducta de la conciencia humana en dirección al establecimiento de los valores absolutos.

Volviendo al tema del crecimiento, el ser humano ha de crecer en el desarrollo de su sentir, de su entender y de su construir, para lo cual ha de ser leal en cada pretensión, o en cada proposición, al cumplimiento completo del deber de ser justo en la satisfacción de la máxima necesidad valida siempre y para todos. De este modo la conciencia original del ser, madura en el ejercicio de beneficiar, entender y sentirse satisfecha.
Visto de otro modo, podría decirse que el sujeto que pretenda madurar, en sus conductas, en sus pensamientos y en sus sentimientos, debe enfocar su actitud en el amor, en la verdad y en el cumplimiento del deber de ser responsable por beneficiar a todos con su proposición. En este caso, la realización de la proposición o la realización del objeto que sea, retribuirá en él con el atractivo de ser reconocido amable, honesto y responsable.

El ser humano que crece en el ejercicio constante (no varía) y continuo (siempre) del cumplimiento del deber de ser justo, madura en el afecto, en la verdad y en el realizarse como auténtico ser humano. Ser justo exige a la conciencia del ser persona, el ser totalmente leal y obediente al sentirse pleno, al reconocer la justa razón constante y al cumplimiento completo del deber de ser valido siempre y en todo o para todo.

Crecer en el amor, en la verdad y en el deber responsable, es necesario para controlar los instintos de protección, de conservación y de reproducción, así como también es necesario para poder controlar el celo emocional, intelectual y conductual.

El joven se transforma en maduro cuando es capaz de controlar sus emociones, su conocimiento y sus habilidades, pero para eso ha de ser capaz de controlar los instintos físicos.
El instinto es una característica universal compartida por cada uno de los miembros de la especie, con un objetivo definido y controlable.        El instinto de protección, por ejemplo,  responde frente a situaciones de riesgo, tensando los músculos o inhibiendo sus funciones. Esta tensión o represión puede en sus extremos, o en su descontrol, producir derivados patológicos, como por ejemplo las fobias, incontinencia etc.

El ser humano ha de madurar en el dominio del instinto de protección controlando la ansiedad y la angustia que producen el miedo en las situaciones de riesgo o de peligro. Lo que no quiere decir que debamos invitar al peligro a nuestra rutina diaria, pero el tema es controlar la angustia o la ansiedad que producen ciertas situaciones para evitar que se transformen en extremas, violentas  o descontroladas.   El miedo no es un sentimiento natural, el miedo inhibe a la actitud diligente y por lo mismo impide el afecto o el ofrecerse por el bien del otro o de lo otro.
El joven ha de controlar hasta dominar las sensaciones de ansiedad y de angustia para poder controlar el instinto de protección en sus extremos y evitar el caer en la tentación del miedo. El miedo, según el diccionario de la lengua española es la “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”. Angustiarse por un riesgo, es asumir una tensión por una realidad no constatada,  razón que no puede justificar la existencia del miedo, distinto es el miedo a la protección. Los animales se protegen en la situación de daño, pero no predisponen una situación de miedo hasta que no reconocen la existencia del daño, dolor o desorden.
Tanto la ansiedad como la angustia son sensaciones que en su justa medida nos permiten detectar aciertos o desaciertos, pero cuando se exceden de la moderación, cuando se transforman en el objeto de la actitud humana, impiden el sano desarrollo del individuo. Por eso es necesario controlar sus extremos y no caer en ellos. Un ser humano ansioso o angustiado produce desagrado, dolor, y desconfianza en su inmediato. No es normal, ser ansioso o angustiado.

El ser humano ha de madurar en el  dominio del instinto de protección y  de mantenimiento.  El instinto de mantenimiento es fundamental  en el mantenimiento de la alimentación, descanso y ejercicio necesario para el sano desarrollo de las funciones naturales del individuo.
Comer es necesario y porque es necesario satisface, se justifica y beneficia, pero comer en exceso o deficientemente, produce desordenes en la salud, lo mismo ocurre con el descanso deficiente o  en exceso o con el ejercicio en exceso o insuficiente. De la justa medida se encarga la conciencia del individuo. Es normal que el instinto de mantenimiento exija degustar del placer derivado de los ricos alimentos, del chocolate, de los churros, de las patatas fritas o del café, pero los excesos, así como las deficiencias en los alimentos, pueden  dañar nuestra salud. El instinto de conservación o de mantenimiento es necesario controlarlo hasta fijar los límites de la moderación en su justa medida.

El control sobre los instintos de protección y de conservación denota cierta madurez en el individuo que los domina, aunque controlar los instintos de protección y de conservación es algo más fácil que controlar el instinto reproductor.
El hombre que domina o controla el instinto reproductor, es un hombre de extrema fortaleza, de una determinación y firmeza por sobre quienes dependen del instinto y caen en sus exigencias, es decir, está por sobre cualquier otra especie animal. Este hombre que puede perfectamente relacionarse con personas del género complementario sin temor a caer en la tentación del enlace intergenital prematuro, es sin duda una persona con dominio de las sensaciones, es decir es emocionalmente controlado o, estable.

La persona emocionalmente estable, con la capacidad de controlar la ansiedad y la angustia que domina su alimentación, descanso y ejercicio, es una persona de carácter en la que podemos confiar a cualquier amigo o amiga, a cualquier hermano o hermana y a cualquier persona con la cual tengamos construido un vínculo, porque  si su conciencia está centrada en la lealtad a los valores de plenitud, justicia y cumplimiento, no debemos temer que vaya a caer en la tentación del apetito intergenital prematuro. Igual puede ocurrir, nadie es perfecto hasta realizarse, pero si lo hemos visto superar la tentación en varias ocasiones, es más digno de confianza que aquel individuo del cual se ignora su capacidad de dominio o, de aquel individuo, del que se conoce que no ha sido capaz de controlar el instinto en otras ocasiones.

El joven leal y obediente a los valores absolutos, de plenitud justicia y responsabilidad, que controla la ansiedad y la angustia, que controla los excesos y deficiencias alimenticias, que descansa lo estrictamente necesario y que se ejercita lo justo para mantenerse fuerte y sano, si es un hombre que domina y controla la tentación del apetito intergenital prematuro, es un ser por sobre el reino animal, es un ser cuyas conductas son normadas y normales; en rigor es un ser maduro en sus conductas. Pero no maduro en el reconocimiento del vínculo.  Para madurar en el reconocimiento de los valores absolutos, este ser maduro en las conductas ha de transformarse en maduro en el re conocimiento de las razones constantes.

La máxima razón constante del universo, de todas y cada una de las especies naturales es el amor. Amor es la fuerza que une. Existen dos tipos de unión: la unión por enlace y la unión vincular.  El enlace es un poner juntos dos cuerpos. El vínculo es el establecimiento de correlatividad, concordancia e interconexión entre similaridades.  El vínculo es un contacto emocional en el que se sueldan, se emulsionan o se intercambian aspectos sensibles, conocimientos o afinidades. La necesidad vincular invita al enlace, este es el orden natural, a pesar de que del enlace en ocasiones se desprenda la creación de algún despertar vincular, pero eso no siempre suele ocurrir, lo contrario, la necesidad vincular siempre deriva en el enlace, pero el enlace, como antes dije no siempre deriva en vínculos. Por ejemplo: la necesidad vincular por encontrar amigos, desemboca en el encuentro con personas desconocidas a las que fácilmente podemos enlazar en la amistad, mientras que el enlace entre dos personas que no pretenden vincularse, no derivan en ninguna amistad. El enlace intergenital que no pretende vincular a quienes lo establecen se denomina de un modo descalificativo, como prostitución o, fornicación, mientras que el enlace vincular intergenital se denomina hacer el amor.

Decimos que la máxima razón constante y continua es el amor, pero existen diferencias de grado en el amor. No es igual el tipo de amor filial, que el conyugal o el paternal. El reconocimiento del amor paternal incondicional nos demuestra que en esa experiencia se establece el verdadero sentido de plenitud máxima en el vínculo, se establece la máxima confianza en el reconocimiento de la justicia máxima y se establece el máximo cumplimiento del deber responsable, pero para lograr reconocer esta certeza, el individuo ha de experimentarla y por lo tanto, ha de realizarla.
 Para realizar la experiencia del vínculo filiopaternal, fraternoconyugal y paternofilial maduro, el individuo ha de multiplicarse estableciendo el núcleo gestor de la especie humana, la familia.

La multiplicación de la incondicionalidad ha de iniciarse en la incondicionalidad. El amor es la fuerza que une, pero no une a quien desprecia, ni a quien se desentiende ni tampoco al desconsiderado. El amor une a quien atiende, entiende y  acoge. Atender, entender y acoger son actitudes incondicionales, es darse por el beneficio del otro, eso es afecto, y eso es amor. El verdadero amor es el amor incondicional del padre que se ofrece al hijo por desarrollarlo, convencerlo y realizarlo. Para madurar el amor incondicional o amor verdadero, es necesario iniciar el proceso de la gestación y realización de los vínculos sea también incondicional.

En primer lugar, el hijo que ha madurado en las conductas de dominio sobre los instintos naturales, superando la tentación del instinto reproductor y evitando el caer en la tentación del apetito intergenital prematuro, ha de superar la tentación del celo emocional  (celo afectivo) para eso ha de ser capaz de superar su propio deseo por el amor, para sí posicionar a la conciencia del valor, por sobre la conciencia del amor.
Me explico: en la naturaleza existen fuerzas que rigen su funcionamiento. Fuerzas que por ser constantes son siempre y para todos validas, lo que las transforma en norma o ley.
Existe la fuerza de la vida, la fuerza del amor y la fuerza del linaje. Vida, amor y linaje son tres realidades difíciles de evaluar. Si preguntamos cual de estas tres la vida, el amor o el linaje es la más importante, difícilmente podemos diferenciarlas, pero al entenderlas podemos determinar su posición jerárquica en importancia.
Podemos vivir sin amor y sin linaje, durante una sola generación podemos vivir sin amor y sin linaje, pero más no. Pero no podemos dar vida sin amor, sin el enlace intergenital, sin la unidad, sin la fuerza que nos una, no podemos crear vida, pero si podemos vivir en el amor, en el intercambio intergenital sin reproducirnos, podemos hacerlo durante una sola generación, y hasta ahí llegó nuestra especie, pero no podemos mantener la especie a no ser que se reproduzca el linaje. El linaje permite la continuidad de la especie y por eso es la fuerza más poderosa del universo. La fuerza reproductiva es el vértice piramidal sostenedor del amor y de la vida. En este sentido el joven con dominio sobre sus conductas ha de dominar también la tentación del celo que le invita priorizar su propio apetito personal en la elección del amor, por sobre el priorizar la necesidad reproductiva propia de la especie humana. El mismo joven se debe a la necesidad natural de su especie  y por lo tanto, no tiene derecho a robar de la especie la incondicionalidad del amor que no le pertenece. Es él quien ha de entregarse incondicionalmente  al amor incondicional de la especie natural para concordar en la incondicionalidad la unidad y realizarse luego de madurar incondicionalmente los vínculos fraternoconyugal y paternofilial necesarios para hacerse especie humana, en ningún caso debe reducir a la especie humana al fragmento de su ser, haciendo al amor condicional.

El desarrollo del vinculo fraternoconyugal y paternofilial ha de iniciarse sobre la consolidación del vinculo filiopaternal, es decir, el hijo que supera la tentación del apetito reproductor prematuro, se consolida como señor de los instintos, lo que le califica como superior al resto de las especies que dependen del instinto. Y al asumir el rol gestor de la conciencia plena, justa y responsable,  se encarna como señor del amor al priorizar la incondicinalidad en la reproducción posicionando su cuerpo como objeto del amor incondicional y se apropia del derecho a la verdadera primogenitura como heredero del verdadero amor.            El fruto de este enlace vincular incondicional es un verdadero hijo. Un Hijo al que no se le puede acusar de ser fruto del egoísmo, ni de deficiencia alguna puesto que sus padres se calificaron en el dominio sobre los instintos y sobre el celo,  un hijo producto de una pareja estable emocionalmente, intelectualmente segura y una pareja responsable en sus conductas, este es un  Hijo inmaculado.

Al multiplicarse, la pareja incondicional que ha superado la tentación del celo afectivo y del instinto reproductor prematuro, inician en primera instancia el recorrido del establecimiento vincular fraternoconyugal, intercambiándose afecto, verdad y bondad; estando atentos el uno al otro, atendiéndose y entendiéndose hasta fundirse en la confianza, en el cumplimiento de las responsabilidades y en la unidad en la fidelidad y lealtad del más puro amor  vincular.
El desarrollo y establecimiento del vínculo entre la pareja exige respeto, todo el respeto, lo que implica aceptación mutua. Ninguno de los dos debe ni descalificar, ni descriteriar, ni despreciar al otro en ningún momento. El asumir la incondicinalidad en el amor exige la aceptación incondicional de cualquier posible diferencia, lo cual no significa  aceptar ni tolerar incongruencias o incompatibilidades con los valores absolutos.  Es necesario recordar que el camino de la incondicionalidad adquiere su sentido en el destino de lograr el reconocimiento y la experiencia de plenitud en el vinculo, del reconocimiento de la justicia máxima en la unidad y del experimentar el cumplimiento de la realización del ser personas, por lo tanto cualquier diferencia ha de estar sometida al sano funcionamiento del desarrollo de los valores absolutos.

El proceso de maduración del vinculo fraternoconyugal incondicional es paralelo a la maduración del vinculo paternofilial. Los verdaderos hijos adquieren una condición de  mediadores o conciliadores entre los padres. En los hijos ven la pureza del carácter original, pero también se pueden apreciar los reflejos de sus propias insuficiencias, lo que en ocasiones ayuda a depurarse.
El amor paternofilial es totalmente incondicional. Al hijo se le atiende, se le entiende y se le pone mucha atención, se le cuida, se le alimenta, se le cura y enseña, se le conduce y se guía hacia el destino de que pueda ser perfecto en el vinculo incondicional. Se le educa en la lealtad y respeto a los padres, en la aceptación de la incondicionalidad por sobre el egoísmo, en el desarrollo del dominio sobre las virtudes, sobre la prudencia, la firmeza y la templanza, y se le acompaña en el recorrer el proceso del dominio sobre los instintos y el celo.
Todos los padres lo hacen de una u otra manera, mejor o peor, todos los padres esperan de sus hijos lo mejor, que sean humanos, (que dominen los instintos) que sean normales, (de acuerdo a la norma) que sean honestos (reconozcan la verdad que es siempre y para todos valida) que sean responsables (que cumplan voluntariamente con el deber de ser auténticos) Todos los padres buscan lo mismo, pero no todos entienden lo que buscan.

Cuando el padre de familia amable, atento, afectuoso, seguro y responsable se une vincularmente en el compromiso de realizar a su mujer y lo establece. Y cuando la madre amable, atenta, afectuosa, segura y responsable,  se une vincularmente en el compromiso de realizar a su esposo y lo establece, se maduran hijos amables, honestos y responsables que establecen familias amables, honestas y responsables, que establecen comunas amables, honestas y responsables, que al unirse unas con otras forman ciudades de personas amables, honestas y responsables, ciudades estas que al extenderse forman regiones amables, honestas y responsables, y así se establecerían las naciones, continentes y mundo de personas amables, honestas y responsables.
Personas atentas todas a entender y, a atender, personas que emocionalmente captan la necesidad máxima del momento y lugar  y la satisfacen resolviéndola o realizándola. Personas que reconocen las razones constantes y las comunican de una forma clara y precisa, personas que cumplen con el deber de realizar la máxima necesidad valida para todos. Este es el lugar que hemos perdido por caer en la tentación del apetito intergenital prematuro. Por perder el dominio sobre los instintos y por no ser capaces de controlar el celo emocional, intelectual y conductual.

La tercera misión del desarrollo del ser maduro, es la de establecer correctas relaciones ínter especie. Tanto el hombre como la mujer maduros en el dominio sobre el instinto y sobre el celo, han de establecer relaciones con el entorno estableciendo proyectos, propuestas o realizando productos que satisfagan a las necesidades máximas de todos, que sean educativas, razonables o justas en su eficiencia y que beneficien a todos siempre. De este modo, el ser persona experimenta alegría al ver y apreciar objetos bellos, justos y buenos.

Hasta ahora he presentado brevemente el contenido del desarrollo del ser persona.  Con toda humildad y sinceridad les pido que si alguien considera que ese tipo de persona, responsable en el cumplimiento de la máxima necesidad valida siempre y para todos no es auténticamente humana, por favor, agradecería me ayudase a encontrar la verdadera naturaleza del ser persona integra, pues he pasado más de dos tercios de mi vida estudiando al ser humano y realmente me sentiría muy aliviado al saber, que si todo mi esfuerzo no ha servido para nada, al menos ha servido para  encontrar finalmente la verdadera identidad del ser persona que este alguien me proponga.

El ser humano ha de crecer hasta madurar en el afecto vincular paternofilial, pero todos sabemos que ningún padre puede llegar a serlo sin ser antes esposo, por lo mismo ha de madurar el vinculo fraternoconyugal primero y también sabemos que no se puede ser esposo sin ser antes hijo y para calificarse como verdadero hijo ha de ser aceptado por su verdadero padre, lo que obliga a madurar en primera instancia el vinculo filiopaternal.
El ser humano ha de crecer en el descubrimiento y entendimiento de las razones constantes, en el reconocimiento de los principios de la creación y de las funciones básicas de  las relaciones interpersonales e interposicionales. Ha de crecer en el cumplimiento responsable del deber de ser autentico. Ha de crecer en el entendimiento de la realidad moral, ética y estética.

Crecer en el afecto ayuda a conectarse con la verdadera identidad propia del ser persona, con  la incondicionalidad paternal.
Crecer en la razón ayuda al entendimiento de la naturaleza propia de las especies naturales.
Crecer en la bondad, construye la autenticidad del ser íntegramente humano.
Cuando la conciencia del ser persona asume la conducción y dirección del cuerpo, regulando los instintos de protección y de mantenimiento, priorizando el establecimiento natural de la reproducción sana, por sobre el ejercicio del enlace intergenital prematuro, la conciencia se adjudica la rectoría del celo emocional, intelectual y conductual, evitando el caer en los extremos de la imposición, indiferencia o rechazo; de la arrogancia, incredulidad o ignorancia y de la violencia,  insuficiencia o flojera.

La conciencia que persigue en cada instante la realización de la máxima necesidad valida siempre y para todo, que pretende el entendimiento de la máxima razón constante e inmanente y que  realiza el máximo cumplimiento del deber o el deber máximo  a cumplir, en cada instante y lugar,  lógicamente está creciendo en la incondicionalidad natural.  De este modo el ser humano se establece como autentico objeto de su función original de ser persona. Y la proposición del ser persona, se establece en la consecución del vínculo paterno maduro y este hombre adquiere la cualidad de ser uno en la justicia, en el valor y en el cumplimiento de su razón de ser.

En el proceso de su desarrollo, el ser humano, ha de atender con respeto al otro  de igual manera que a lo otro. Atender, es tender la mano al otro para entregarle  algo que sea aceptado como valido. Atender es darle hasta crearle, concordarle o  interconectarle contigo. Es darse por su bienestar y beneficio. Es guiarlo y protegerlo, cuidarlo y nutrirlo, servirlo y educarlo, escucharlo y entenderlo, celebrarlo y bendecirlo. Atender al otro es necesario para entrar en el y entenderlo. A-tender y en-tender exigen estar atento.
Atender, entender y estar atento son las actitudes fundamentales para desarrollar la interconexión vincular con el otro, para descubrir y conocer al otro, para responder y resolver los problemas del otro. Estas son las bases del desarrollo emocional intelectual y creativo.
Sin poner atención (estar atento) no se entiende. Sin entender no se sabe y por lo mismo no se puede. Sin atender no se crea.
Atender, entender y estar atento, obligan a negarse a uno mismo.  El negarse a si mismo es una actitud y un comportamiento natural que nosotros olvidamos.
Hemos invertido las conductas naturales, validas siempre y para todos y las hemos transformado en conductas fragmentarias o culturales, validas únicamente para unos. En lugar de poner atención, buscamos llamar la atención. En lugar de entender al otro, esperamos que el otro nos entienda y en lugar de atender al otro, esperamos que el otro nos atienda. Si no restauramos la prioridad de las conductas naturales, no podremos cumplir con la esperanza compartida del ser feliz, ni podremos madurar en los vínculos, ni en el entendimiento de las razones constantes, ni en el cumplimiento responsable del deber de ser maduros, como especie humana.
Para atender, entender y estar atentos, es preciso discernir de entre lo bueno lo mejor, y lo mejor, es necesario comprobar si es realmente valido siempre y para todo. Debemos discernir de entre las razones que se consideran ciertas, aquellas que son siempre  validas y por lo tanto son constantes, continuas e inmanentes, por ser justas, lo que transforma a esa razón en siempre valida para todos, o absoluta. También es necesario discernir sobre las conductas. Toda conducta  ha de considerarse suficiente frente al cumplimiento del deber máximo a cumplir, deber este determinado por la máxima necesidad valida a realizar.
La máxima necesidad valida a satisfacer, ha de ser descubierta por cada uno de nosotros y para eso es necesario el uso de prudencia.
Prudencia es el servidor custodio de la opción valida. Si logramos el dominio de la prudencia, haciendo uso de la misma en cada opción, o frente a toda alternativa, llegaremos a tal grado de agudeza sensible, que nos será fácil reconocer cual es la máxima necesidad del momento que debemos realizar, descubrir y reconocer o satisfacer. El dominio sobre la prudencia te hace prudente, sensato, juicioso, cuerdo, atinado. Aspectos estos constructores de la maduración. Pero no solo de prudencia vive el hombre, también de fortaleza. La fortaleza es el servidor custodio del proceso de realización. Fortaleza es determinación y firmeza, es arrojo y valentía, es esfuerzo y coraje. El ejercicio de la firmeza, te hace un hombre de carácter determinado y el dominio sobre la firmeza orientada hacia la consecución de los valores absolutos te hace grande en valor, te madura.
Pero en el proceso de maduración existen aspectos diferentes entre el otro o lo otro y tu. Esas diferencias han de ser templadas en el carácter de quien se encuentre con ellas. La templanza es el servidor custodio de las diferencias y para que estas diferencias no perturben, es preciso templarse frente a ellas.
Para atender, entender y estar atento, es necesario el uso de las virtudes, de la prudencia en la elección valida, de la firmeza  para completar el proceso de desarrollo y templanza para asumir las diferencias  propias de nuestra unicidad.
Fortaleza para superar las tentaciones derivadas del ego, el estoy cansado- el yo no soy capaz, o el es muy difícil-, estas consideraciones si bien son del individuo, no son consideraciones de la especie humana, la especie ni se cansa, ni se descalifica, ni se cansa. La especie humana se determina hacia el cumplimiento de su razón de ser.  La especie humana ha de cumplir con su rol de ser humana y en ese sentido nadie ni todos, pueden impedirlo.
El humano maduro es aquel que ha madurado las virtudes,
Es prudente, porque ha madurado la prudencia, es  determinado y firme, porque ha madurado la fortaleza, es templado y flexible porque ha madurado la templanza. Ha madurado la atención y por lo tanto atiende, ha madurado el entender y por lo tanto entiende, ha madurado el estar atento y por lo mismo descubre.
El humano  maduro en el dominio de las virtudes, ha de realizarse en ser maduro en el dominio del instinto de protección, superando la tentación de caer en la ansiedad o en la angustia. Tanto la ansiedad, como la angustia son extremos y sería descalificarse el ofrecerse a estos extremos. Ha de realizarse en el dominio sobre el instinto de conservación, viviendo una rutina sana y unas conductas saludables, nutriéndose a sus horas, sin excesos ni escaseces y durmiendo estrictamente lo necesario sin excesos. Y ha de realizarse maduro en el dominio del instinto de reproducción, superando  la tentación del apetito ínter genital prematuro.  El enlace ínter genital es prematuro, cuando por alguna razón no beneficia al núcleo de los siete afectados por las consecuencias de esta relación.
Para calificarse como dominador de los instintos y en especial para superar la tentación del enlace ínter genital prematuro, el individuo ha de ser experto en el control del celo. Control del celo emocional, intelectual y motivacional. Por esta razón se hace necesario el educar en la moderación al ser humano.



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